El pueblo catalán que cambió la vida de Picasso

Las dos visitas de Picasso a Horta de Sant Joan, en Tarragona, serían una revelación para su vida y obra artística. Y se pueden seguir sus huellas

En el verano de 1898 dos jóvenes llegaron en mula a Horta de Sant Joan, un pueblo en la falda del macizo de Els Ports en la provincia de Tarragona. Uno de ellos, Manuel Pallarés, era nacido en la villa. El otro era un adolescente malagueño enfermo de escarlatina, que estudiaba bellas artes en Barcelona. Su nombre era Pablo Ruiz Picasso.

Ese viaje para Picasso fue una revelación. Conoció a Pallarés en la Llotja, la academia de bellas artes de Barcelona donde se sentaban juntos, y a pesar de que el joven catalán era cinco años mayor, la química entre los dos fue inmediata.

El primer viaje a Horta

Pallarés invitó a Picasso a residir una temporada en su pueblo de la comarca de Terra Alta, para ayudarle a que se recomponga de su enfermedad.

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Hasta entonces él había vivido en Málaga y Barcelona, y la llegada a Horta le dio un sentido de libertad que cambiaría sus ideas respecto al arte.

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Picasso en Horta en 1909. Foto: Museo Picasso de París

Durante los ocho meses que vivió en Horta se alojó en Can Tafetans, la casa rural de la familia Pallarés. Pero los bosques de laderas empinadas fueron su segundo hogar. Incluso los dos jóvenes se instalaron en una cueva durante el verano para esquivar las fuertes temperaturas estivales.

Los ocho meses que Picasso vivió en Horta de Sant Joan fueron un golpe de libertad que influenciaría su vida y obra

De esa estancia Picasso produjo una gran cantidad de obras, entre óleos y dibujos, además de incontables bocetos. Incluso los bosques, las montañas y las casas rurales serían motivos de otras creaciones que realizaría en los años siguientes, en Barcelona o ya instalado en París, la meca de las vanguardias artísticas.

Sensación de libertad

Sus creaciones destacaban por una luminosidad y cromatismos inéditos en su incipiente obra, con una predominancia de los colores verde, amarillo, malva y violeta, indican en el Centro Picasso de Sant Joan de Horta.

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El Centro Picasso cuenta con reproducciones de la influencia de Horta en su obra. Foto: Centro Picasso

Pero la sensación de libertad del pueblo y sobre todo cuando se refugió en el bosque fueron la llama que se apoderaría en su carrera: salir de los moldes, buscar perspectivas nuevas, siempre innovar.

La segunda visita

Cuando Picasso regresó en 1909 ya era un joven artista consagrado entre las vanguardias, con obras en las principales colecciones privadas del mundo, y abanderado de un estilo único: el cubismo.

El malagueño llegó en taxi acompañado de su compañera Fernande Olivier, que escandalizaba a las mujeres del pueblo con sus vestidos de colores y por desafiar a los hombres al dominó en el bar.

Cuando Picasso regresó a Horta, diez años después, era un artista reconocido y abanderado del cubismo

A pesar de algún pequeño altercado inicial, Picasso y Olivier se sintieron cómodos en Horta, donde el artista reinterpretó los paisajes que había pintado y en los que jugaba con mimetizar el macizo de Els Ports con el perfil de su amante, como se ve en Mujer desnuda sobre fondo de montañas.

La balsa de Horta, la montaña de Santa Bárbara y la fábrica de Horta del Ebro y las casas rurales fueron retratados por sus pinceles, con trazos cubistas que sorprendían al mundo.

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Obras cubistas realizadas durante la segunda visita de Picasso. Foto: Centro Picasso

Los reflejos de Horta en las obras de Picasso

Muchos de estos sitios siguen intactos en Horta. El paso de los años es intrascendente para muchos rincones de pueblo.

En un antiguo hospital renacentista se encuentra el Centro Picasso, que presenta reproducciones de los cuadros realizados en sus visitas o bajo sus recuerdos del paso por la comarca, como El mas del Quiquet o La procesión al convento, de la primera etapa; así como Las tentaciones de San Antonio y Carnaval en la taberna, de la época cubista.

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La montaña de Santa Bárbara y el Convento de San Salvador, cerca de Horta. Foto: Centro Picasso

El ayuntamiento cuenta con una ruta para seguir los pasos de Picasso en el pueblo, en la que se recorre la plaza de Missa, donde estaba el Hostal del Trompet en que se alojó Picasso y Olivier en 1909, el convento de San Salvador, la masía de Quiquet y la de Tafetans. Incluso se puede llegar hasta la cueva donde durmió varias noches de verano bajo las estrellas.

Picasso conservó la amistad de Pallarés hasta su muerte, pero jamás volvería a Horta. Sin embargo el sentimiento de añoranza por esos años de libertad y creatividad seguirían siempre presentes toda su vida. Y el artista diría más de una vez “Todo lo que sé, lo he aprendido en Horta”.

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